Veo y luego existo

22.02.2023

Imagen: Begoña Zorrilla. Universo Focal. Grafito, carboncillo, pastel y acrílico / mdf y papel. 28 x 21cms, 2021. 


Veo y luego existo

Ver es una función que no atañe únicamente a la mirada del ojo como instrumento. Quiero referirme hoy a los productos visuales derivados, en la pintura, del enfoque de nuestra inteligencia visual, a partir de lo que el ojo nos reporta.

La construcción de la imagen en el plano pictórico denota, en las culturas antiguas y el medioevo -todas de estructura teocrática-, una visión especifica de la autoridad y el poder; de su configuración de lo social y del sentido de lo divino. De forma intuitiva e inmediata, la representación de la forma y el espacio en estas expresiones (y como único medio visual existente entonces, tanto para la documentación histórica como para la difusión de contenidos y valores), desarrolla su narrativa visual no desde la visión, sino desde la percepción. Ver, es un asunto de Estado, y las manifestaciones iconográficas del mismo atienden la persistencia de su potestad y la difusión de sus concepciones: la composición por franjas, la sobreposición de las imágenes, el color plano, la diferenciación de los tamaños por jerarquía, la conceptualización y trazo de las figuras a partir de la línea continua, garantizan la sagrada distancia entre la dinastía soberana y su pueblo; la figura de la autoridad no sangra, no suda, no conoce la carne y el hueso. La relación del Poder/Divinidad con el hombre es lejana; supone veneración y sometimiento.

La gran aventura de la visión inicia apenas en la Grecia en que los hombres abordan la condición de lo divino como propia; hacen de sus dioses, seres que coinciden con lo humano en vicios y virtudes. La humanización de lo divino, por ende, divinización de lo humano, se expresa magistralmente en el concepto estético del arte como imitación (mímesis), de Aristóteles. A partir del gran filósofo estagirita, la imitación de la naturaleza como fin esencial del arte dará forma al nacimiento de una nueva era en occidente, en que el hombre peleará la historia, la filosofía, la ciencia y el arte desde su mirada escrutadora, cual dios o semidios cocreador.

Esta propuesta que tomará camino y desarrollos varios en la cultura romana, será punta de lanza en el Renacimiento, en que nuevamente el desarrollo tecnológico y científico encontrará en el arte, que indaga y expone la realidad a partir de la visión (mímesis), su mejor bandera. San Francisco, síntoma del cambio, exhibe en sus llagas la con-vivencia en Cristo, con el Creador; humaniza la visión del Padre y nuestra condición como sus hijos. El empoderamiento gradual del ojo que observa, que ve, que juzga, aprende y construye, ofrecerá -paso a paso- el conocimiento de la particular estrategia de la luz, para mostrar a nuestras estructuras oculares, el espacio y la forma en tercera dimensión; experiencia que las manos y miradas adiestradas se ocuparán de producir en la bidimensión del lienzo o del papel.

Leonardo marca la fractura con el sino del pasado antiguo en la Gioconda. Ni una sola línea contiene al color; el volumen y sus contornos proceden de la sutileza extrema de las variantes tonales y cromáticas con que Leonardo eleva su defensa del mimetismo aristotélico. Dios sangra, y el hombre empoderado, si no precisamente celestial, enfrentará otros derroteros alrededor del sentido de la autoridad y lo divino, en defensa de su derecho al desarrollo franco del conocimiento. El ejercicio del claroscuro y la perspectiva, lineal y aérea, acunan, desde el regazo de la Gioconda, el poder y determinación del hombre de adentrarse en la realidad con sus propios ojos.

De Aristóteles a Leonardo, innegable resulta el trazo en la historia hasta Cézanne y sus consecuencias. Nuevamente el desglosamiento gradual, sorprendido, de los códigos de la percepción, no en aras de la representación del poder y su condición divina, sino afectados por la aparición del ojo fotográfico y el contacto con otros mundos de representación visual (Japón, África, etc). La investigación plástica como un paso más en la develación de nuestra visualidad, y en la representación de lo real, entonces ya enfrentado a nuevos cuestionamientos.

De este borrón y cuenta nueva, desde el espacio y temporalidad múltiple cezannianos, entre tropiezos, hallazgos, síntomas y consecuencias de más de un siglo, enfrentamos hoy, múltiples horizontes de exploración plástica en el interminable discurso de la representación mimética en el plano. Se suman a la permanente ansia del conocimiento, elementos no sospechados: al ojo y sus poderes naturales se añade la visualidad develada por el ojo fotográfico, tanto como las promesas del ojo electrónico contemporáneo. El universo focal es hoy, como nunca, un amplio reto para la experiencia plástica, -visual y perceptual-, llenito de sorpresas.


Por: Begoña Zorrilla, coordinadora del programa  " Introducción a las técnicas de dibujo y desarrollo creativo" y "Técnicas mixtas de la pintura"